La observé una y otra vez y lo supe tan claramente como sé que algún día moriré, la amaba más que a nada que hubiera visto o imaginado en la Tierra.
Ella sólo era una hoja muerta, el eco de la nínfula que fuera tiempo atrás, pero yo amé a esta Lolita, pálida, contaminada y gorda con el niño de otro hombre. 

Ella podría desvanecerse y marchitarse, no me importaba, todavía me enloquecía su ternura, la mera vista de su rostro...